Prosiguiendo a la meta: La muerte física

Con relación a este tema no necesito de mucha argumentación para convencerle, pues Ud. sabe muy bien que tarde que temprano tendremos que dar este paso. Tal vez ya haya perdido algunos de sus seres queridos o estado Ud. mismo en peligro de morir — su servidor ha estado ya varias veces.

Mediante los medios de información nos enteramos que diariamente muere mucha gente, así que los próximos podemos ser tanto Ud. como yo. No le deseo ningún mal, sólo que considere las siguientes preguntas y sus respuestas bíblicas con toda seriedad.

¿Qué es la muerte?
Son los cambios tanto físicos y bioquímicos como metabólicos que sufre este cuerpo para reintegrarse al ecosistema. Esta serie de cambios se inicia exactamente cuando exhalamos el espíritu (Gen 25:8; 35:29), y se le llama expirar o morir (Gen 49:33). Lo que en realidad está pasando es que estamos abandonando el cuerpo (2 Ped 1:14); estamos partiendo (2 Tim 4:6). El alma ha salido del cuerpo (Gen 35:18). A esto se le llama muerte.
¿Por qué morimos?
Por el pecado de Adán (Gen 3:19; 1 Cor 15:21-22). Dios le había advertido: “porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Gen 2:17). Entonces al desobedecer, Dios la estableció como lo había advertido (Heb 9:27).La humanidad, como descendiente de Adán, ha recibido la muerte como consecuencia de su desobediencia. Este caso es parecido a cuando los padres son afectos a las drogas, o por ingerir sustancias prohibidas en el período de gestación el hijo nace con algunas taras ya sean físicas o mentales.

Por lo tanto, nosotros no podemos eludir la muerte (2 Sam 14:14). No tenemos poder para retener el espíritu (Ecl 8:8). Estamos confinados a morir.

¿Adónde vamos cuando morimos?
El cuerpo, al descomponerse, vuelve al polvo (Gen 3:19), pero el alma, o espíritu, al lugar que Dios ya de antemano le tiene asignado (Ecl 12:7). Este lugar es el Hades, el cual está dividido en dos áreas (Luc 16:26): una es el lugar de tormento (Luc 16:23), y la otra es el seno de Abraham (Luc 16:22), o también llamado paraíso (Luc 23:43).No obstante que después de la muerte se entra a un lugar de tormento o de consuelo, no son los lugares finales conocidos por el infierno, o condenación eterna, y la vida eterna, los cuales están reservados para el día del juicio.

Acerca de si podemos hacer volver a alguno de los difuntos mucho se ha especulado. Existen prácticas como la nigromancia y el espiritismo que pretenden tener comunicación con los muertos. Abundan los médiums, pitonisas, evocadores, y adivinos. Pero de acuerdo a la Biblia, tales prácticas están prohibidas (Deut 18:10-12). La Biblia declara que no podemos hacerlos volver (2 Sam 12:20-24), ni ellos tienen potestad para poder regresar (Luc 16:27-28).

¿Podemos obedecer a Dios en el Hades?
Es decir, si en esta vida rehuimos creer en Cristo, oír y obedecer la palabra de Dios, ¿tendremos esperanza después de la muerte de obedecer al evangelio, alabarle, o predicar su palabra? Hay doctrinas muy populares que enseñan que los vivos pueden y deben hacer mucho por los difuntos, pero Dios declara en sus Escrituras que, una vez entrando al Hades, no podremos alabarle (Sal 6:5; 115:17), ni predicar (Sal 30:9), ni enseñar a nuestros seres queridos (Isa 38:18-19), mucho menos obedecerle voluntariamente (Juan 9:4).En cuanto a obedecer a Dios, hallamos que Él siempre nos llama en la vida (2 Cor 6:2; Mat 5:23-26), y nos advierte claramente que después de la muerte sólo nos restará el juicio final sin alternativa para algún cambio (Heb 9:27). En las Escrituras no hallamos ninguna previsión de salvación para después de la muerte.

¿La muerte podrá sernos una bendición?
Nuestro primer sentir es de repudio y de que es una pérdida, pues nos es difícil concebirla como bendición cuando hemos estado acostumbrados a pensar y vivir para esta vida terrenal. ¿Cómo considerarnos benditos por ser separados del cónyuge, hijos, y de las cosas que con mucho esfuerzo hemos logrado tener? Con todo esto nos parece más maldición que bendición.Pero Dios nos dice en su palabra que son bienaventurados los muertos que mueren en el Señor (Ap 14:13). Es decir, aquellos que vivieron en la tierra una vida obediente a Él, descansarán de sus obras de vida fiel. Para ellos su vida fue Cristo (Fil 1:21). Sólo a ellos les podrá ser la muerte una ganancia porque estarán con Cristo (Fil 1:23) porque anduvieron por fe en lo que Dios ha revelado en su palabra (2 Cor 5:6-7). Así que estarán presentes al Señor, y ya no más ausentes (2 Cor 5:8). Todos ellos estarán listos para recibir la corona de la vida (2 Tim 4:6-8). Y ya nunca más tendrán perturbación de los impíos (Job 3:17).

Para que podamos cambiar nuestra perspectiva de la muerte no sólo necesitamos saber lo anterior, sino creerlo y aceptarlo como verdad de Dios, puesto que así es.

¿Para quiénes será una desgracia?
Obviamente que no para todos les será una bendición. ¿Para quiénes les será motivo de desdicha y dolor?

  • Para los que mueren en pecado (Hch 5:3-10) sin tener el perdón de ellos por medio de la obediencia al Evangelio.
  • Para los que mueren despreciándole (Luc 23:39-43). Muchos de estos abundan y hay aquellos que se atreven a vociferar: “Yo no le pedí que muriera por mí”.
  • Para los que confiaron en las riquezas (Luc 16:19-31), estos son los que hicieron para sí tesoro, pero no fueron ricos para con Dios (Luc 12:17-21). Situaron al vientre como su dios, pensando sólo en lo material, y lo que antes era su gloria ahora es su vergüenza (Fil 3:19).

En vista de lo anterior, cuando muere el impío, muere también su esperanza (Prov 11:7).

Finalmente, ¿qué pasará con los muertos?
Absolutamente todos oiremos su voz (Juan 5:28). Todos resucitaremos, tanto justos como injustos (Hch 24:15). Pero los que hicieron lo bueno saldrán a resurrección de vida, y los que hicieron lo malo a resurrección de condenación (Juan 5:29). Esta diferencia se hará notar después de que seamos juzgados (Ap 20:12-13,15).
¿Volverá a existir la muerte física?
Con toda certeza podemos responder que no porque la muerte será destruida (1 Cor 15:26). Ella y el Hades serán lanzados al lago de fuego (Ap 20:14). Por lo tanto no existirá ya más (Ap 21:4), y no podremos morir (Luc 20:36). Esto será un gran alivio para los cristianos fieles, pues vivirán eternamente con Dios, pero será una desgracia para aquellos que sean lanzados al lago de fuego, pues aun con el sufrimiento tan tremendo que padecerán, no podrán morir ya más.
¿Qué hacer o decir cuando nos llegue el momento?
Si nos tocara estar conscientes, pues decir lo que Cristo dijo, “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Luc 23:46), o lo que dijo Esteban, “Señor Jesús, recibe mi espíritu” (Hch 7:59), desde luego avaladas por una vida justa. ¿Estás preparado para morir?

Author: Molina, Pedro G.