La Biblia está repleta de afirmaciones que al primer golpe de vista parecen ser paradójicas, o al menos irónicas. Dice “los primeros serán los últimos”, “los que procuran salvar su vida, la perderán”, “el evangelio fue escondido de los sabios y revelado a los simples”, y otras cosas semejantes. Pero el texto clave de este artículo es éste:
- “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres? Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre. Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.” (Juan 8:31-36)
La cuestión que estaremos investigando es la de “cómo es que un cristiano es libre?” Muchos creen precisamente de lo contrario. Piensan que son los cristianos los que se esclavizan, sometiéndose a más reglas y restricciones, siempre asistiendo a los cultos cada domingo, ofrendando, prescindiéndose de vicios mundanos, etc. Y de otra parte, creen que los inconversos pueden disfrutar una libertad total porque viven sin esas reglas y restricciones, libres para vivir su vida así como les dé la gana.
- “Tienen los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar, seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón habituado a la codicia, y son hijos de maldición… Les prometen libertad, y son ellos mismos esclavos de corrupción. Porque el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció.” (2 Ped 2:14,19)
Y estos, ¿qué son? ¿libres? ¡No! Son siervos, porque son controlados por sus malos deseos.
- “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.” (Rom 6:12-13)
Además, se explica aquí que para Satanás no somos más que instrumentos para fomentar la rebelión contra Dios. ¿De qué otra manera puede Satanás introducir el pecado al mundo sino por nosotros los humanos? Pero, si somos cristianos, el pecado no tendrá ningún señorío de nosotros (v. 14). Ésta es la libertad que tenemos:
- “¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.” (Rom 6:16-18)
Y fíjese en la diferencia que hay entre el fin de las dos maneras de vivir. Dice Pablo que el fin puede ser la muerte o puede ser la vida eterna:
- “Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia. ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Rom 6:20-23)
Dios siempre busca nuestro bien, y quiere un servicio voluntario de nuestra parte. En ningún tiempo obligó ese servicio a nadie. En este sentido es un servicio de buena gana que tiene su base en el amor. Además, Dios nos promete una recompensa incomparable al fin: la vida eterna. Satanás, al contrario, siempre busca la destrucción de todo lo bueno y procura ganarse esclavos por fuerza y engaño. Lo único que le espera al esclavo de Satanás es la destrucción última: una cadena perpetua. Dijo Cristo, “Ninguno puede servir a dos señores” (Mat 6:24). Piénselo bien: ¿quién quiere para su jefe: Satanás o Dios?
- “los egipcios hicieron servir a los hijos de Israel con dureza y amargaron su vida con dura servidumbre, en hacer barro y ladrillo, y en toda labor del campo y en todo su servicio, al cual los obligaban con rigor.” (Ex 1:13-14)
Y con el tiempo, el peso de ese cargo fue engrandecido (Ex 5:10-14). Pero Dios se conmovió al ver la angustia de ellos, prometiéndoles libertad y grandes cosas:
- “Por tanto, dirás a los hijos de Israel: Yo soy JEHOVA; y yo os sacaré de debajo de las tareas pesadas de Egipto, y os libraré de su servidumbre, y os redimiré con brazo extendido, y con juicios grandes; y os tomaré por mi pueblo y seré vuestro Dios; y vosotros sabréis que yo soy Jehová vuestro Dios, que os sacó de debajo de las tareas pesadas de Egipto. Y os meteré en la tierra por la cual alcé mi mano jurando que la daría a Abraham, a Isaac y a Jacob; y yo os la daré por heredad. Yo JEHOVA.” (Ex 6:6-8)
¡Qué cosas tan grandes que Dios quiso hacer por ellos! Uno pensaría que ellos habrían aceptado de buenas a primeras la grata oferta que Dios propuso, pero lastimosamente, ésta fue la actitud del pueblo:
- “De esta manera habló Moisés a los hijos de Israel; pero ellos no escuchaban a Moisés a causa de la congoja de espíritu, y de la dura servidumbre.” (Ex 6:9)
¡Ellos no le hicieron caso a Moisés (ni tampoco a Dios) por la dureza de la opresión! Asimismo es actualmente. Hay quienes sirven tanto al pecado que ya no ven ni la necesidad que tienen de redención ni la manera en que conseguirla.
Pero, después de las diez plagas, los israelitas salieron de la esclavitud y los egipcios sufrieron una derrota total en el Mar Rojo:
- “Entonces Moisés extendió su mano sobre el mar, y cuando amanecía, el mar se volvió en toda su fuerza, y los egipcios al huir se encontraban con el mar; y Jehová derribó a los egipcios en medio del mar. Y volvieron las aguas, y cubrieron los carros y la caballería, y todo el ejército de Faraón que había entrado tras ellos en el mar; no quedó de ellos ni uno. Y los hijos de Israel fueron por en medio del mar, en seco, teniendo las aguas por muro a su derecha y a su izquierda. Así salvó Jehová aquel día a Israel de mano de los egipcios; e Israel vio a los egipcios muertos a la orilla del mar. Y vio Israel aquel grande hecho que Jehová ejecutó contra los egipcios; y el pueblo temió a Jehová, y creyeron a Jehová y a Moisés su siervo.” (Ex 14:27-31)
- “Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar; y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar” (1 Cor 10:1-2)
¡Hasta dice que ellos fueron bautizados! (no exactamente en el sentido de los bautismos del nuevo testamento, sino en una figura) Y la imagen es bien completa ya que representa una inmersión total en agua (paredes de agua en los dos lados y agua arriba en la nube, según el texto). Así es el bautismo del nuevo testamento–una inmersión total. Es la manera que Dios escogió para lavarnos de nuestros pecados y para darnos la nueva vida. Es la manera en que dejamos atrás la esclavitud y sólo así podremos alcanzar la libertad verdadera.
Después, tenemos que pasar por el desierto en camino a nuestra patria. Como ellos atravesaron el desierto en vez de llegar de repente a Canaán, nosotros también pasamos por las pruebas de esta vida antes de llegar al cielo. Varias veces la fe de los hebreos disminuyó y tuvieron ganas de regresar a Egipto y la esclavitud. A veces, a nosotros nos atrae nuestra vida anterior también. ¡Ojalá que confiemos más en Dios y en su capacidad para proveer!