Prosiguiendo a la meta: ¿El pesimismo o el optimismo?

Introducción
El tratar con hermanos inmaduros puede ser una prueba muy grande. Ya sabemos que son necesarias la amonestación y la reprensión a hermanos errados. Es importante que sigamos todos los pasos bíblicos en este asunto de la disciplina a hermanos errados. Pero en esta lección nos enfocamos a otra cosa: ¿Mantendremos una actitud de optimismo en este proceso de disciplina, o seremos pesimistas? ¿O se puede decir que en realidad no importa el optimismo o el pesimismo, con tal que tratemos con estos hermanos siguiendo los pasos bíblicos?

 

La definición del pesimismo
El diccionario Larousse dice que pesimismo quiere decir, “opinión de los que piensan que todo es malo en este mundo… propensión a juzgar las cosas desfavorablemente.” En este artículo, cuando usamos la palabra pesimismo, nos referimos a la actitud que niega la sinceridad de otros. El pesimismo es el rehusar tener esperanza del progreso y la madurez del otro. Supongamos que, en un momento dado, se necesite en otro hermano el arrepentimiento, y supongamos que el errado aun haya confesado la necesidad de arrepentirse. El pesimista rehusa aceptar que tal hermano sea sincero en su confesión. “El nunca va a cambiar. Ella nunca va a llegar a ser algo bueno,” dice el pesimista.

 

El pesimismo es del diablo
Ahora, fijémonos en el texto de Job 1:9-11,

“Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde? ¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra. Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia.”

Satanás negó la posibilidad de que Job viviera de buenos motivos. Rehusó admitir que Job era sincero en su servicio a Dios. Esta actitud que Satanás manifestó con Job, la misma tiene para todo hombre (Apoc. 12:10). Es parte de su naturaleza. “Malas sospechas” caracterizan al hombre orgulloso (1 Tim. 6:4), y se refieren a nuestro tema del pesimismo. Pertenecen a las obras de la carne. Lo mismo que Jesús dijo a los mentirosos de Juan 8:44 se puede aplicar en este asunto. El diablo es padre de mentira, y ellos eran de su padre, el diablo. De igual manera, el pesimista es de su padre, el diablo.

 

El optimismo viene del amor
En 1 Corintios 13:7 el apóstol Pablo dice, “El amor…todo lo cree.” Por supuesto, el apóstol no quiere decir que uno “todo lo cree” en el sentido absoluto. No se refiere a creer una mentira, o una falsa doctrina, por ejemplo. Se refiere a creer lo mejor del otro cuando surgen rumores, y cuando sería fácil dudar la sinceridad del otro. Esto es optimismo. Sigue diciendo el apóstol que el amor “todo lo espera.” Cuando surge la evidencia y se ve plenamente que un hermano fue culpable, ¿entonces qué? Debemos ser realistas sin ser pesimistas. El amor busca y espera el arrepentimiento del otro. En Cristo, un solo pecado no tiene que ser el fin del otro, porque hay provisión para el perdón de pecados (1 Jn. 1:7-9). El hombre de amor busca este perdón para no en Cristo. Es optimista.

 

El ejemplo de Jesús
El ejemplo del optimismo de Jesús se ve primero en el caso de Pedro:

“Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos” (Luc. 22:31-32).

Al decir, “y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos,” Jesús expresa su optimismo con referencia al futuro espiritual de Pedro. Jesús ciertamente sabía de la traición venidera de Pedro (22:33-34), pero no se fija en el fracaso de Pedro (¡para no decir el dolor que traería a Jesús!), sino en el arrepentimiento de Pedro. Este es el optimismo. La actitud de Jesús hacía Pedro, también la tenía hacía todos los discípulos. Afrontado por la dispersión venidera de los doce apóstoles, Jesús ve más allá del fracaso de ellos y habla de la reunión de él con ellos en Galilea después de su resurrección (Mar. 14:27-28). Comiendo la pascua con ellos, Jesús predice que los doce serán “esparcidos cada uno por su lado,” dejando al Señor solo (Juan 16:29-32). Pero les asegura, “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz…confiad” (v. 33). Días después, cuando los doce se hubieran arrepentido, volverían a recordar el optimismo de Jesús y su confianza en ellos. Les daría una paz inefable.

 

El ejemplo del apóstol Pablo
Para ver que el apóstol Pablo no era un pesimista, sino un optimista, considerémonos la situación de la iglesia en Corinto: Se caracterizaba por su inmadurez, carnalidad, orgullo, división, y contienda. Había un caso de fornicación dentro de la congregación. Hermano con hermano pleiteaban en juicio ante los incrédulos. Algunos querían correr atrás hacia la idolatría, y había abusos de la cena del Señor. Algunos usaban de los dones espirituales para conseguir posición más alta en la iglesia. Otros jugaban con una falsa doctrina sobre la resurrección. Todos habían comenzado una colecta, pero la dejaron al lado por un tiempo. Se puede decir más, pero basta esto. Ahora, notemos el optimismo del apóstol para con los Corintios. Su carta que llamamos Primera a los Corintios es un testimonio de su optimismo. ¿Por qué escribirla, si no hubo esperanza del arrepentimiento de esta iglesia local? Además, ésta no fue la primera carta que él les había escrito (1 Cor. 5:9), cosa que en sí aprueba el optimismo del apóstol. ¡Ni sería su última carta! Cuando el apóstol escribe 2 Corintios, esta iglesia aparentemente había recibido las amonestaciones de 1 Corintios, pero ahora han surgido nuevos problemas: Había dudas sobre el apostolado de Pablo (caps. 10-12). Los hermanos estaban enamorándose de algunos falsos apóstoles (11:13-21). Había una carencia, de parte de los Corintios, de cariño y amor fraternal para el apóstol Pablo. Se alejaban de él, y surgió una relación fría (véase 2 Cor. 6:11-12; 7:2-4; 12:15-18). Y no se termina con esto. Había el peligro de que los hermanos se unieran en yugo con los incrédulos (6:14 y sig.). Pablo temía que sus sentidos fueran extraviados de la sincera fidelidad a Cristo (11:3). El tenía miedo de que algunos de ellos no se hubieran arrepentido de los pecados mencionados en la primera carta (2 Cor. 12:20-13:2). A pesar de todo esto, vemos un tono de optimismo a través de 2 Corintios. “Mucha franqueza tengo con vosotros; mucho me glorío con respecto de vosotros; lleno estoy de consolación; sobreabundo de gozo en todas nuestras tribulaciones,” dice Pablo en 7:4. Otra vez en 7:16 él dice, “Me gozo de que en todo tengo confianza en vosotros.” Pablo mandó algunos hermanos a recoger la colecta de los Corintios, y lo hizo a riesgo de ser avergonzado por los Corintios (en no tener lista la colecta) (9:3-5). ¿Por qué lo hace? ¡Porque el apóstol era un optimista! Además, el apóstol tenía confianza de que Dios le resucitaría en el día final, junto con los Corintios (4:14). Pablo termina su carta con un tono de optimismo (13:11).

 

El ejemplo del autor del libro de Hebreos
Para ver el optimismo del autor del libro de Hebreos, hay que considerar primero las debilidades de aquellos a quienes él escribió: Estaban en peligro de deslizarse (2:1). Andaban cerca del peligro de apartarse del Dios vivo (3:12), y del peligro de no haber alcanzado la promesa de entrar en el reposo (4:1). Se habían hecho tardos para oír. En vez de poder enseñar a otros, tenían necesidad todavía de enseñanza en lo básico de la palabra de Dios (5:11-14). Todavía no habían aprendido a resistir hasta la sangre en su batalla contra el pecado (12:4). Se dieron por vencidos demasiado pronto. Se les había olvidado la exhortación sobre la necesidad de la disciplina (12:5). No querían soportarla. Estaban a punto de perder su confianza (10:35), confianza para poder soportar reproche en el nombre de Jesucristo. Cuando el autor termina su carta, tiene que rogarles a sus lectores a que soporten la palabra de exhortación (13:22), implicando que no eran prontos para recibirla. Con este fondo en mente, estamos listos para ver el optimismo del autor inspirado: “Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores…” (6:9). “Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma” (10:39).

 

Conclusión
El optimismo es un manantial de paciencia, y la paciencia es una cualidad que Dios requiere de todo cristiano (Efes. 4:2; véase 1 Cor. 13:4; Gál. 5:22; Col. 1:9-11). Sin el optimismo, nuestra paciencia pronto se acaba. El optimismo y la reprensión no son conceptos contradictorios. Uno puede ser optimista mientras está reprendiendo a su hermano errado. Y no solamente se puede hacer, pero, si vamos a seguir las pisadas de Cristo, ¡tenemos que hacerlo! Y cuando se nos tienta salir con el pesimismo, que acordémonos quién es el padre de ello.

 

 

Mark Reeves

Mark Reeves es evangelista en la iglesia de Cristo que se reune en Long Beach, CA

Author: Reeves, Mark